El desarrollo del lenguaje según Rondal (2009), se produce a los tres meses antes del 1 nacimiento en los niños con desarrollo ordinario, es decir, en ese momento el sistema auditivo del feto ya es funcional. En el nacimiento, el bebé es capaz de reconocer la voz de su madre e identificarla frente al resto de las voces.

También los recién nacidos tienen la capacidad de discriminar entre la gran mayoría de pares de sonidos existentes en el habla humano. Este conocimiento prelingüístico proporciona al bebé un punto de partida para adquirir el lenguaje. No obstante, entre los tres y los seis años los niños son más competentes con respecto al conocimiento, a la inteligencia, al lenguaje y al aprendizaje, dado que se observa una mayor capacidad para el procesamiento de la información como producto de las conexiones que se establecen entre los lóbulos cerebrales (Campo, 2009).

Este procesamiento de la información está relacionado con la percepción, en la que confluyen dos tipos de fases: en la primera, se construye la información a partir de las sensaciones que captan nuestros receptores. En la segunda, se hace a partir de la memoria, que completa la información recibida y nos ayuda a interpretarla mejor (Marina, 2012). Es la parte del cerebro que más ha evolucionado, sin embargo, es la que más tarda en madurar.

Habitualmente, este proceso culmina después de los 20 años. En este lóbulo, se hallan las funciones ejecutivas y es el responsable de resolver problemas personales 3 e interpersonales, de controlar los impulsos, de expresar las emociones favoreciendo la relación con el resto de personas, etc. El lóbulo parietal, se encarga de las funciones sensoriales y lingüísticas superiores.

El lóbulo temporal, es el responsable de la audición, la memoria, el significado, el lenguaje receptivo y la comprensión del lenguaje.

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